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La excepción de la regla
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Libro electrónico144 páginas2 horas

La excepción de la regla

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Ardía en deseos de volver a probar sus encantos

A Alex Stanton le gustaban las relaciones breves y sin complicaciones, pero su apasionada aventura con Gwen Wright lo había dejado con ganas de más. Así que, cuando se le presentó la oportunidad de pasar una semana con unos amigos y en compañía de Gwen, la aprovechó.
Las cosas habían cambiado desde su último encuentro. Además de estar embarazada, Gwen juraba que no quería saber nada de los hombres. Sin embargo, sus nuevas y excitantes formas la hacían más apetecible que nunca.
¿Cómo podría salvar Alex su corazón de soltero cuando ansiaba constantemente a la futura mamá?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 ene 2013
ISBN9788468726069
La excepción de la regla
Autor

Andrea Laurence

Andrea Laurence is an award-winning contemporary author who has been a lover of books and writing stories since she learned to read. A dedicated West Coast girl transplanted into the Deep South, she’s constantly trying to develop a taste for sweet tea and grits while caring for her collection of animals that includes a Siberian Husky that sheds like nobody’s business. You can contact Andrea at her website: http://www.andrealaurence.com.

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    La excepción de la regla - Andrea Laurence

    Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2012 Andrea Laurence. Todos los derechos reservados.

    LA EXCEPCIÓN A LA REGLA, N.º 1896 - Enero 2013

    Título original: More Than He Expected

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Publicada en español en 2013

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

    Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

    ® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    I.S.B.N.: 978-84-687-2606-9

    Editor responsable: Luis Pugni

    Conversión ebook: MT Color & Diseño

    www.mtcolor.es

    Prólogo

    Sábado, 20 de octubre.

    Boda de Will y Adrienne Taylor

    Que un padrino sedujera a una madrina era todo un cliché, pero se trataba de una madrina extraordinariamente sexy.

    Alex no tenía intención de aprovechar la boda de su mejor amigo para ligar con nadie; normalmente, las bodas estaban llenas de mujeres de ojos románticos que buscaban más de lo que él estaba dispuesto a ofrecer. Solo pretendía ponerse el esmoquin y decir adiós a otro amigo que se pasaba al lado oscuro.

    Pero Gwen Wright desgarró sus planes cuando, a primera hora de la mañana, llegó a la sala donde se celebraba la recepción anterior a la boda. Llevaba una falda marrón muy ajustada y una blusa beis que enfatizaba el efecto de sus grandes ojos castaños en su piel clara. Al entrar, le dedicó una sonrisa sensual y una mirada tan cargada de picardía que despertó su interés.

    Will los presentó al cabo de un rato y Alex se alegró al saber que Gwen era la madrina. Le estrechó educadamente la mano y se quedó maravillado con su suavidad. De haber podido, habría pasado más tiempo con ella; pero se vio arrastrado al caos de la recepción y se le pasó la oportunidad.

    A lo largo del día, no se le volvió a presentar la ocasión de hablar con Gwen, ni mucho menos de tocarla. Alex intentó concentrarse en Will y en las obligaciones propias de un padrino.

    Las cosas cambiaron al llegar la noche.

    Estaba esperando con Will junto al arco cubierto de rosas bajo el que se iba a celebrar la ceremonia, cuando Gwen caminó hacia ellos. Al verla con su estrecho vestido de madrina, de color rosa, se dio cuenta de que no podría esperar demasiado. Terminada la ceremonia, la tomó de un brazo, la llevó a un aparte y le susurró al oído: «Más tarde». Por el rubor de sus mejillas, supo que el mensaje le había llegado alto y claro.

    Y fue más tarde; a decir verdad, mucho más de lo que Alex había planeado. Gwen interpretaba su papel de madrina como una profesional y, cuando le tocó bailar con él, se comportó como si estuviera a varios miles de kilómetros de distancia. Era una mujer con una misión. Que no le hizo el menor caso.

    Cuando los recién casados se marcharon y el gentío disminuyó, Alex pensó que era entonces o nunca. Al otro lado de la sala, Gwen estaba hablando con unos empleados para que llevaran los regalos de bodas al piso de Will y Adrienne. Mientras la miraba, Alex se preguntó por qué le gustaba tanto.

    No podía negar que era preciosa. Le encantaban su cabello de color rubio ceniza y la forma en que enmarcaba su cara con forma de corazón y sus ojos con pestañas enormes. Le encantaban las curvas que se adivinaban bajo su vestido y sus pantorrillas perfectamente definidas. Pero había algo más en ella. Algo que lo atraía como un imán.

    Y estaba decidido a descubrir qué era.

    –Ya es más tarde.

    Gwen llevaba cuarenta y cinco segundos sentada cuando oyó la voz de un hombre.

    Era la madrina. Su trabajo consistía en hablar con los invitados y encargarse de que todo saliera a pedir de boca. Pero estaba absoluta y totalmente agotada. Quisiera lo que quisiera aquel hombre, tendría que buscarse a otra persona; en ese momento, la idea de quitarse los zapatos y tumbarse en una cama le resultaba mucho más atractiva que la de bailar con el mismísimo príncipe Harry.

    Cuando alzó la cabeza, no esperaba encontrarse ante el padrino, Alex Stanton. Rubio y con ojos de color avellana, llevaba un esmoquin de Armani que le quedaba magníficamente bien. Gwen se estremeció al recordar lo que le había susurrado al oído al final de la ceremonia: «Más tarde»; dos palabras de apariencia inocente que, no obstante, le parecieron una promesa de aventura y de pasión.

    –¿Bailas conmigo?

    Gwen no estaba segura de tener fuerzas para volver a bailar con él. La vez anterior había sido tan intensa que se había dedicado a pensar en chistes malos para refrenar el deseo que sentía. No quería que Alex pensara que se le estaba insinuando. A pesar de lo que había querido interpretar de sus palabras, estaba convencida de que solo la había invitado a bailar porque era su obligación como padrino y como primo suyo.

    Ese convencimiento se debilitó durante la noche. De vez en cuando, a Gwen se le erizaba el vello de la nuca y, al girarse, descubría que Alex la estaba mirando. Eran miradas cálidas, de admiración, que llevaban una sombra de rubor a sus mejillas. Pero en lugar de acercarse a ella, se limitaba a dedicarle una sonrisa encantadora y desaparecía entre la multitud, como un tiburón acechante.

    Con la fiesta a punto de terminar, Gwen ya había renunciado a la posibilidad de que se le acercara.

    Gwen se entusiasmó al instante. No reaccionaba así con la mayoría de los hombres, pero él no era como la mayoría de los hombres. De hecho, el millonario Alex Stanton pertenecía a una liga muy superior a la suya, aunque no pareciera notarlo.

    Cuando él le tendió una mano, a Gwen le desaparecieron las dudas. No había malinterpretado sus palabras. Alex estaba interesado en algo más que un baile; y aceptar su mano implicaba aceptar lo que le estaba ofreciendo.

    Gwen miró a su pretendiente. Un hombre atractivo, encantador y rico; una oportunidad que no se presentaba con frecuencia. Naturalmente, ella había tenido muchos amantes a lo largo de lo años, pero ninguno a su altura. Además, conocía su fama de seductor y quería disfrutar de sus supuestas habilidades. Después de tantos meses de duro trabajo en el hospital, merecía divertirse y disfrutar un poco de la vida.

    Quizás fuera lo que necesitaba. Una aventura amorosa y sin complicaciones con un conocido mujeriego.

    Por fin, aceptó su mano. Él sonrió y la llevó a la pista de baile, donde se apretó contra ella y le puso una mano en la parte baja de la espalda. Al sentir el contacto, Gwen se quedó atónita. Su cuerpo reaccionaba como si alguien hubiera abierto una compuerta en alguna parte y una inundación anegara sus sentidos. El olor especiado de la colonia de Alex se mezcló con la suave fragancia de las rosas y de las velas y la mareó.

    Gwen no pudo hacer nada salvo aferrarse a sus hombros. La música estaba sonando, pero ellos permanecían inmóviles, mirándose.

    De repente, Alex se inclinó y la besó. Al principio, con dulzura; después, cuando sus lenguas se encontraron, con más intensidad. Ella se arqueó contra sus duros contornos y se entregó sin reservas. Alex soltó un gemido ronco que vibró en su caja torácica y le causó un cosquilleo en los endurecidos pezones a Gwen.

    Cuando las últimas notas de la canción se apagaron, también se rompió el hechizo que los unía. Pero Alex no se apartó, como ella esperaba. En lugar de eso, la miró a los ojos con más intensidad que antes.

    Gwen se dijo que había llegado el momento de irse. Aún no habían decidido ni cuándo iban a hacer el amor ni dónde lo iban a hacer, pero no se podían quedar eternamente en la pista de baile.

    –Tengo que recoger mis cosas. Están en una de las habitaciones –acertó a decir.

    Alex asintió y ella se alejó por el corredor, hacia la parte trasera del edificio.

    Momentos después, entró en la habitación que la novia y ella habían usado para vestirse. Tenía un tocador con espejo, un pequeño sofá, un vestidor y un cuarto de baño. Adrienne se había llevado sus pertenencias, pero Gwen había dejado las suyas.

    Rápidamente, se arregló el pelo y se retocó el maquillaje. Las manos le temblaron cuando guardó el neceser en el bolso, aunque no supo si era por los nervios o por la excitación.

    –Sé fuerte –se dijo en voz alta.

    Ya se disponía a alcanzar el cepillo cuando oyó que la puerta se abría y se cerraba suavemente a su espalda. Gwen no se dio la vuelta. No fue necesario. Solo tuvo que alzar la cabeza para ver el reflejo de Alex en el espejo del tocador. Sus ojos estaban llenos de deseo.

    Por lo visto, el cuándo y el dónde ya estaban decididos.

    Y Gwen se alegró.

    Capítulo Uno

    Ocho meses después

    –Llegaré enseguida –dijo Alex–. Razonablemente tarde, como siempre.

    La voz de su mejor amigo, Will Taylor, sonó en el sistema de sonido del deportivo de Alex, que lo había conectado a su teléfono móvil:

    –No me importa que te retrases. Solo me quería asegurar de que recordabas el camino.

    –Estoy tomando la última curva...

    Alex mintió; faltaban al menos quince minutos para que llegara a la casa de Sag Harbor, pero quería tranquilizar a Will. Además, era un día de fiesta, el 4 de Julio. Un día sin obligaciones ni compromisos, ajeno a las prisas.

    –¿Ya han llegado todos? –continuó.

    –Sí.

    Alex dudó antes de formular otra pregunta.

    –¿Gwen ha aparecido con alguien?

    Era una pregunta peligrosa, pero necesitaba saberlo; había cambiado sus planes para poder estar allí, porque sabía que Gwen se encontraba entre los invitados.

    –No, ha venido sola. Llegó esta mañana.

    Alex se alegró enormemente,

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