Rojo
Por Ted Dekker
4/5
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Entre a la epopeya rociada de adrenalina donde seestrellan los sueños y la realidad. Nada es como parece, cuando Negro se convierte en Rojo.
Hace menos de un mes, Thomas Hunter era un escritorfracasado vendiendo café en Java Hut enDenver. Ahora se encuentra en una búsqueda desesperada para evitar que dosmundos se desmoronen. En un mundo, él es un general devastado por la guerra almando de un ejército de guerreros primitivos. En el otro, está apresurado para derrotarel intento de terroristas sádicos de crear un caos global mediante un virusimparable.
Dos mundos al borde de la destrucción. Una solucióninimaginable.
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Negro Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La casa: La única manera de salir está dentro Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Blanco Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
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Comentarios para Rojo
345 clasificaciones9 comentarios
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5I'm rereading this series as audiobooks starting this book 8/9/16
I'm reminded why I enjoyed these books! - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5The second book in the trilogy is far better than the first, which was itself pretty good. In Red, the story of the Rasion Strain virus in our world picks up right where it left off, but in the alternate world 15 years have passed since the "fall of man" at the end of "Black". In the other world Thomas Hunter has become a great warrior for his people (the Jews) while they are hunted down by the Horde (the Romans) but Justin, a member of Thomas' tribe with some crazy ideas, comes along and stirs things up (Jesus).
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Dekker's "Red" continues a trilogy begun in "Black" intended to be classic thriller, scifi other-world story, and an allegory for the Christian story of the fall through redemption. Red is better than Black, which was already pretty good, and the allegorical elements came together better this time around, and the characters felt more developed. Very good, and I'm looking forward to the finale!
- Calificación: 2 de 5 estrellas2/5The "empire Strikes Back" of the Triology, good but not as good as teh first and last!
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5I have to be honest, when I first started on Dekker's first book of the circle trilogy, Black, I was unsure how I would feel about it. But I trekked on and I'm glad I did. I was so sucked into the story.
Red continues and doesn't let you down. Amazing, and wonderful. I can't begin to described how moved I was by this story. And it keeps you on the edge of your seat. You simply can't wait for more.
I can't wait to start White! - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5The second volume of the Circle trilogy was pretty much more of the same. This time around, though, I found I enjoyed the characters a lot more. Rachelle in particular managed to get a lot less annoying.
I don't think I would recommend this series unless you're the type of person who typically enjoys Christian fiction - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5This review is being written four years after the fact. My father recommended this series, otherwise I would never have picked it up. I enjoyed it at the time, though a lot of stuff bugged me; namely, that the "real world" plot was pretty unbelievable, and the "alternate world" plot got fairly heavy-handed with Christian allegory.
That said, four years later, a lot of the imagery from this series has stuck with me. If I thought it a bit hokey back then, now I'd say it's more enjoyable in hindsight, and maybe more powerful. I have a feeling that if I reread it today, it would disappoint; but I can see myself recommending it to my kids when they reach their teens. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5The story from Black continues, Thomas of Hunter is now a great warrior facing the Horde. He hasn't dreamed in 15 years, but a new threat brings him back to the 21st century and the threat from the Raison strain. The two differing realities he is locked in seem more tied together than ever, with not only skills and information passing from one to the other but also his blood. And then Rachelle has a dream where she is Monique. So Thomas is trying to figure out how to stop the Raison strain from killing the Earth's population in one reality, and how to stop the Horde from overtaking the forests in the other. A mystical prophet named Justin of Southern further complicates the puzzle--is he a traitor or a prophet.
Style Characterisics: Pacing, clarity, structure, narrative devices, etc.
Very fast paced, almost dizzying. The spiritual allegory type stuff has the reader guessing at times who/what is right or wrong. Especially when the people in one world correspond to someone from the other world. This can be confusing sometimes. But it also adds an element of mystery that added on top of the action creates a book you can't put down. The characters, like a lot of suspense stories, tend to be flat. They are really more part of the fantastic world Dekker has created--this is a very visual book.
How Good is it?
An adrenaline laced read, great entertainment with a intriguing spiritual underlayer that reinterprets the Biblical story in a fresh way - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5A life turned upside down and inside out is the life of Thomas Hunter. As he teeters between two not-so-different worlds, Thomas finds himself racing against time to advert destruction. In our world, it is a race to find a cure for the Raison Strain-a virus that has annihilating properties. A monumental battle against the ever-imposing Horde is on the horizon as the Forest people begin falling apart at the seams in Thomas' dream world.
Ted Dekker's second book keeps the reader comple...more A life turned upside down and inside out is the life of Thomas Hunter. As he teeters between two not-so-different worlds, Thomas finds himself racing against time to advert destruction. In our world, it is a race to find a cure for the Raison Strain-a virus that has annihilating properties. A monumental battle against the ever-imposing Horde is on the horizon as the Forest people begin falling apart at the seams in Thomas' dream world.
Ted Dekker's second book keeps the reader completely engaged. It is a fast moving storyline on both world accounts. In the midst of journeying with Thomas' characters between the two worlds, the reader begins to contemplate which world is the real world and which is the dream world. The characters are well-written and believable. It is easy to relate to the characters as exciting to see them develop even further. Dekker's writing pulls the reader in to the point of feeling in the middle of it all. It is a book packed with action, sacrifice, suspense, and above all, love. Though this book has Christian undertones, it can easily be enjoyed by any reader. This is a book I would recommend to anyone who enjoys fantasy and suspense.
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Rojo - Ted Dekker
Elogios para ROJO
y otras novelas de Ted Dekker
«Cargada de acción heroica, significado profundo y suspenso tan palpables que le harán mover los dedos a un ritmo constante hacia la contraportada, Rojoamplía muchísimo la historia de Negro, llevándola a proporciones colosales. Pero el mayor éxito oculto de Ted Dekker es que comprende lo que muchos otros no perciben: La esencia y el propósito puedenir de la mano con la narración emotiva y cinemática de la historia. Rojoes una obra de ficción emocionante y audaz que no solo entretiene sino que inspira. ¿Por qué no se encuentran más historias como esta?»
—ROBIN PARRISH, editor de la revista Fuse, www.fusemagazine.net
«Como productor de cine repleto de mundos increíbles y de personajes heroicos, tengo normas muy altas para la ficción que leo. Las novelas de Ted Dekker son alucinantes y con impresionantes giros de trama. Es necesario advertir: Esta trilogía hará que usted marche a un paso vertiginoso y que no lo disminuya. Antes de comenzar cancele todos los planes, porque no se podrá detener una vez que empiece a leer Negro».
Productor de X-Men, X2: X-Men United, El planeta de los simios, productor ejecutivo de Viaje a las estrellas 5: La frontera final.
«Dicho de manera sencilla: es una idea brillante y peligrosa. Y debemos tener más ideas peligrosas. … La trilogía de Dekker es una epopeya mítica, con una trama extensa y predeterminada, y una esfera de proporciones desconcertantes. ... Negroes uno de esos libros que le hará sentirse agradecido de saber leer. Si a usted le gusta una buena historia y no le importa poner en suspenso un poco de sana incredulidad, Negrolo mantendrá totalmente cautivado desde el principio hasta… bueno, en suspenso total. Rojono puede llegar lo bastante rápido».
—FuseMagazine.net
«Simplemente, cuando creo haber entendido a Ted Dekker, me sorprende con lo inesperado. Con ingenio burlesco, sorpresas siempre al acecho y nuevos conceptos audaces, este amigo se podría convertir en un verdadero adalid en la ficción».
—FRANK PERETTI
«[Con Tr3s] Dekker entrega otro emocionante libro … obra maestra que lleva a los lectores por un viaje lleno de complicadísimas circunstancias en la trama … un irresistible juego del gato y el ratón… una mezcla casi perfecta de suspenso, misterio y horror».
—Publishers Weekly
«¡Negrotiene que ser la lectura del año! Es una poderosa epopeya de proporciones épicas que hace reflexionar y que lo mantendrá intrigado, y que además brinda gran profundidad e imaginación mirando dentro de las fuerzas que nos rodean».
—JOE GOODMAN, productor de películas y sinónimo de entretenimiento
«Ted Dekker es a las claras uno de los más apasionantes narradores vivos.
Crea tramas que ponen a palpitar con fuerza el corazón y a sudar las palmas aun después de haber terminado sus libros».
—JEREMY REYNALDS, articulista publicado en periódicos en todo EE.UU.
«Ted Dekker es el escritor más apasionante que he leído en mucho tiempo. En un instante… aumentará en gran manera el número de sus admiradores. Maravillosa lectura… poderosos enredos. ¡Bravo!»
Ted Baehr, presidente de la revista MOVIEGUIDE®
LA SERIE DEL CÍRCULO
ROJO
El rescate heroico
TED DEKKER
a© 2009 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América.
Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece
completamente a Thomas Nelson, Inc.
Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc.
www.gruponelson.com
Título en inglés: Red
© 2004 por Ted Dekker
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro— excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial.
Traducción: Ricardo y Mirta Acosta
Adaptación del diseño al español: www.Blomerus.org
ISBN: 978-1-60255-217-3
Nota del editor: Esta novela es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares o episodios son producto de la imaginación del autor y se usan ficticiamente. Todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con personas vivas o muertas es pura coincidencia.
Impreso en Estados Unidos de América
09 10 11 12 13 QW 9 8 7 6 5 4 3 2 1
Para mis hijos.
Ojalá recordaran siempre
lo que yace detrás del velo.
Apreciado lector:
La historia de Thomas Hunter empieza en Negro, primer libro de la Serie del Círculo. Si usted aún no ha leído Negro, le animamos firmemente a empezar allí. Rojo será mucho más intenso una vez que haya experimentado completamente el viaje inicial de Thomas al interior de dos realidades. Hay numerosos giros en la trama que es necesario cimentar antes de sumergirse en las páginas que siguen.
Una vez que haya leído Negro, usted está listo para entrar a Rojo. Pero esté prevenido: nada lo preparará a usted, ni a Thomas, para lo que le espera en este segundo libro de la grandiosa serie.
Los editores,
Grupo Nelson
Bangkok
KARA IBA a medio camino hacia la puerta de su habitación y se detuvo.
Ella y Thomas estaban en un hotel, en una fabulosa suite con dos habitaciones. Más allá de la puerta del cuarto de Kara había un corto pasillo que llevaba a la sala y, en la dirección opuesta, a la suite contigua. Al final de ese pasillo estaba la habitación de su hermano, donde él se hallaba muerto a este mundo, soñando, totalmente ajeno a la noticia que ella acababa de oír del ministro Merton Gains.
Habían liberado el virus exactamente como Thomas lo vaticinara la noche anterior.
Media hora, había dicho el ministro Gains. Hágalo bajar en media hora. Si ella despertaba ahora a Thomas, él exigiría bajar de inmediato. Cada minuto de sueño, en realidad cada segundo, podría equivaler a horas, días o incluso semanas en su mundo de sueños. Debería dejarlo dormir.
Pero entonces, Svensson había liberado el virus. Kara debía despertar ahora a su hermano.
Exactamente después de que ella usara el baño.
La joven corrió hacia el baño lateral, activó el interruptor de la luz y abrió la llave de agua. Cerró la puerta.
—Hemos saltado al precipicio y caemos al interior de la demencia — manifestó.
Pero quizás la caída en la demencia empezó cuando Thomas intentara saltar por el balcón en Denver. Él la había llevado a Bangkok, había secuestrado a Monique de Raison y había sobrevivido a dos encuentros separados con un asesino llamado Carlos, que indudablemente todavía estaba tras él.Todo eso debido a los sueños de Thomas respecto de otra realidad.
¿DespertaríaThomas con alguna información nueva? El poder en el bosque colorido se ha venido abajo, le había manifestado su hermano. El bosque colorido ya no existía, lo cual significaba que también pudo haber desaparecido el poder de Thomas. En ese caso los sueños de él podrían ser inútiles, excepto que fueran algo como fantasías en las que se estaba enamorando y aprendía a hacer ridículas volteretas.
Kara sintió en el rostro el agua fría y refrescante.
Se sacudió el agua de las manos y se dirigió al inodoro.
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Acerca del autor
1
THOMAS HIZO galopar al sudoroso alazán negro por el valle arenoso y subió la apacible cuesta. Envainó su espada ensangrentada, agarró las riendas con ambas manos, y se inclinó sobre el pescuezo del caballo. Veinte combatientes cabalgaban alineados a su izquierda y su derecha, ligeramente detrás. Estos eran indudablemente los más grandes guerreros de toda la tierra y corrían hacia la cima que tenían al frente con una pregunta retumbando en la mente de cada uno.
¿Cuántos?
El ataque de las hordas había venido de las tierras del cañón, por la brecha Natalga. Eso no era poco común. Los ejércitos de moradores del desierto habían atacado desde el oriente una docena de veces en los últimos quince años. Sin embargo, lo poco común era la cantidad de personas que los hombres de Thomas acababan de destrozar a poco más de un kilómetro hacia el sur. No más de cien.
Muy pocos. Demasiado pocos.
Las hordas nunca atacaban en pequeñas cantidades. Thomas y su ejército dependían de su velocidad y sus destrezas superiores, las hordas habían dependido siempre de su número. Se había desarrollado un tipo de equilibrio natural. Uno de sus hombres podía derrotar a cinco de los de las hordas en un día malo, una ventaja atenuada solo por el hecho de que el poderoso ejército de las hordas se acercaba a los quinientos mil. El ejército de Thomas ascendía a menos de treinta mil, incluyendo los aprendices. El enemigo estaba enterado de eso. Sin embargo, habían enviado a la muerte segura solo a esta pequeña banda de encapuchados guerreros de la brecha.
¿Por qué?
Cabalgaban en silencio. Los cascos retumbaban como tambores, un sonido extrañamente consolador. Todos sus caballos eran sementales. Todos los combatientes usaban la misma clase de coraza de cuero endurecido con protección en antebrazos y muslos. Esta les dejaba las articulaciones libres para el movimiento requerido en los combates cuerpo a cuerpo. Sujetaban los cuchillos a las pantorrillas y los látigos a la cintura, y llevaban las espadas en los caballos. Estas tres armas, además de un buen caballo y una bota de cuero llena de agua, era todo lo que cualquiera de los guardianes del bosque requería para sobrevivir una semana y matar a cien. Y la fuerza regular de pelea no estaba muy atrás.
Thomas voló sobre la cima de la colina, se inclinó hacia atrás y paró al corcel en seco. Los otros se alinearon a lo largo de la cresta. Todavía sin pronunciar palabra.
Difícilmente se podía expresar en palabras lo que vieron.
El cielo se estaba poniendo rojo, rojo sangre, como se ponía siempre en las tardes en el desierto. A la derecha se extendían las tierras del cañón, dieciséis kilómetros cuadrados de precipicios y rocas que formaban una barrera natural entre los desiertos rojizos y la primera de las siete selvas. La de Thomas. Más allá de los precipicios del cañón, la arena matizada de rojo se internaba en un interminable desierto. Ese paisaje era tan conocido para Thomas como su propio bosque.
Pero no lo que veía ahora.
A primera vista, incluso para un ojo bien adiestrado, el sutil movimiento del suelo del desierto se pudo haber confundido con titilantes olas de calor. Apenas era más que una decoloración beige ondulando a través de la enorme sección plana de arena que se adentraba en los cañones. Pero eso no era nada tan inofensivo como el calor del desierto.
Ese era el ejército de las hordas.
Usaban túnicas beige con capuchas para tapar su carne grisácea cubierta de costras y montaban caballos de color habano claro que pasaban inadvertidos en la arena. Una vez, Thomas había cabalgado ante cincuenta sin distinguirlos de la arena del desierto.
—¿Cuántos, Mikil?
Su segunda al mando escudriñó el horizonte hacia el sur. Él le siguió la mirada. Una docena de contingentes más pequeños subían la brecha, ejércitos de unos cuantos centenares cada uno, no mayores que el que acababan de destruir treinta minutos antes.
—Cien mil —contestó la joven.
Una tira de cuero le separaba el cabello oscuro de una frente bronceada. Una pequeña cicatriz blanca en la mejilla derecha le estropeaba el cutis, por lo demás terso. Para reafirmarle su superioridad, la cortada no se la habían infligido las hordas sino su propio hermano, que un año atrás peleara con ella. La muchacha lo había dejado ileso, en el suelo y aparentemente derrotado.
El hermano murió seis meses después en una refriega.
—Esto será un reto —comentó Mikil escrutando el desierto con sus ojos verdes.
Thomas lanzó un gruñido ante la insinuación. A todos los habían endurecido docenas de batallas, pero nunca se habían enfrentado a un ejército tan numeroso.
—El grueso principal se está moviendo hacia el sur, a lo largo de los desfiladeros.
Ella tenía razón. Esta era una nueva táctica para las hordas.
—Intentan atraernos a la brecha Natalga mientras la fuerza principal nos ataca por los costados —opinó Thomas.
—Y parecen conseguirlo —terció su teniente William.
Ninguno discrepó. Ninguno habló. Ninguno se movió.
Thomas examinó otra vez el horizonte y volvió a revisar los movimientos de las hordas. El desierto terminaba hacia el occidente en el mismo valle forestal que él había protegido de la amenaza de las hordas durante los últimos quince años, incluso desde que el niño los guiara al pequeño paraíso en medio del desierto.
Al norte y al sur había otras seis selvas similares, ocupadas como por cien mil habitantes del bosque.
Thomas y Rachelle no se toparon con el primer morador de su propia selva hasta casi un año después de hallar el lago. Su nombre era Ciphus del Sur, porque vino del gran Bosque Sur. Ese fue el año en que ella dio a luz a su primer vástago, una niña a quien le pusieron el nombre de Marie. Marie de Thomas. Quienes originalmente habían venido del bosque colorido tomaron su nombre según las selvas en que vivían, como pasó con Ciphus del Sur. Los niños que nacieron después del gran engaño tomaron sus nombres de sus padres. Marie de Thomas.
Tres años después, Thomas y Rachelle tuvieron un hijo, Samuel, un chico fuerte, ahora de casi doce años. Él ya blandía la espada y Thomas debía hablarle con voz fuerte para evitar que se les uniera en las batallas.
Cada bosque tenía su propio lago y los fieles de Elyon se bañaban todos los días para impedir que la enfermedad de la piel les invadiera los cuerpos. Ese ritual de limpieza era lo que los separaba de los encostrados.
Cada noche, después del baño, los habitantes del bosque danzaban y cantaban en celebración del Gran Romance, como lo llamaban. Y cada año las personas de las siete selvas, aproximadamente cien mil ahora, hacían el peregrinaje al bosque más grande, llamado Bosque Intermedio: la selva de Thomas. La Concurrencia anual se debía llevar a cabo dentro de siete días. Thomas no quería imaginar cuánta gente del bosque viajaba ahora desprotegida a través del desierto.
Los encostrados se podían convertir en habitantes del bosque, por supuesto… un simple baño en el lago les limpiaría la piel y les quitaría la nauseabunda fetidez. Con los años una pequeña cantidad de encostrados se había convertido en habitantes de la selva, pero los guardianes del bosque tenían la costumbre tácita de desalentar las deserciones en las hordas.
Sencillamente no tenían suficientes lagos para acomodarlos a todos.
Es más, Ciphus del Sur, el anciano del Consejo, había calculado que los lagos podían funcionar de manera adecuada para solo trescientas mil personas. Estaba claro que no tenían suficiente agua para las hordas, que ya sobrepasaban el millón. Era evidente que los lagos eran un regalo de Elyon solo para los habitantes de los bosques.
Desalentar del baño a las hordas no era difícil. El dolor intenso que les producía la humedad en su carne enferma era suficiente para llenar a los encostrados con una profunda repulsión por los lagos, y Qurong, su líder, había jurado destruir las aguas cuando conquistara los muy codiciados recursos de las tierras forestales.
Los moradores del desierto atacaron por primera vez trece años atrás, descendiendo sobre una pequeña selva a poco más de trescientos kilómetros al suroeste. Aunque los torpes atacantes fueron derrotados con rocas y palos, asesinaron a más de cien de los seguidores de Elyon, en su mayoría mujeres y niños.
A pesar de preferir la paz, Thomas decidió entonces que la única manera de asegurarla para los habitantes de las selvas era crear un ejército. Con la ayuda de Johan, el hermano de Rachelle, Thomas fue en busca de metal, sacando sus recuerdos de las historias. Necesitaba cobre y estaño, que al fundirlos formaban bronce, un metal bastante fuerte para hacer espadas. Construyeron un horno y luego calentaron piedras de todas las variedades hasta que encontraron la clase que hacía surgir el revelador mineral. Como resultó, las tierras del cañón estaban llenas de mineral. Thomas aún no tenía la total seguridad de que el material del cual formó la primera espada fuera realmente bronce, pero era bastante suave para afilar y suficientemente duro para decapitar a un hombre de un solo tajo.
Las hordas regresaron, esta vez con una fuerza mayor. Armados con espadas y cuchillos, Thomas y cien combatientes, sus primeros guardianes del bosque, destrozaron a los agresores moradores del desierto.
Por el desierto y las selvas se extendió el rumor de un poderoso guerrero llamado Thomas de Hunter. En los tres años posteriores las hordas solo ofrecieron escaramuzas esporádicas, siempre para caer terriblemente derrotados.
Pero la necesidad de conquistar la fértil selva resultó ser muy fuerte para las crecientes hordas. Lanzaron su primera campaña importante por la brecha Natalga armados con nuevas armas, armas de bronce: largas espadas, afiladas guadañas y grandes bolas soldadas a cadenas, las cuales hacían oscilar. Aunque entonces fueron derrotados, a partir de ese momento había seguido creciendo la fortaleza de ellos.
Fue durante la campaña de invierno tres años atrás cuando Johan desapareció. Ese año, en la Concurrencia, los habitantes del bosque habían lamentado su pérdida. Algunos rogaron a Elyon que recordara su promesa de liberarlos de la esencia del mal, de la maldición de las hordas, en un sensacional soplo. Thomas tenía fe en que iba a llegar ese día, porque el niño lo había formulado antes de desaparecer dentro del lago.
Lo mejor para Thomas y sus guardianes sería que ese día fuera hoy.
—Estarán al alcance de nuestras catapultas a lo largo de los precipicios del sur en tres marcas del dial —informó Mikil, refiriéndose a los relojes de sol que Thomas había presentado para medir el tiempo; luego añadió—: Tres horas.
Thomas observó el desierto. El ejército de hordas enfermas entraba a los cañones como miel batida. Al anochecer la arena estaría negra con sangre. Y esta vez sería tanto de ellos como de las hordas.
La mente se le llenó con una imagen de Rachelle, la joven Marie y su hijo Samuel. Se le hizo un nudo en la garganta. Los demás también tenían hijos, muchos hijos, en parte para igualar proporciones con las hordas. ¿Cuántos niños habíaahora en los bosques? Casi la mitad de la población. Cincuenta mil.
Tenían que hallar una forma de derrotar a este ejército, aunque solo fuera por los niños.
Thomas bajó la mirada hacia la línea de sus tenientes, todos maestros en combate. En lo más íntimo creía que cualquiera de ellos podría dirigir esta guerra de manera competente, pero no dudaba que fueran leales a él, a los guardianes y a las selvas. Incluso William, que estaba más que dispuesto a señalar las faltas de Thomas y a desafiar sus razonamientos, daría su vida. En asuntos de suprema lealtad, Thomas había establecido la norma. Él preferiría perder una pierna antes que perder a uno de ellos, y todos lo sabían.
También sabían que Thomas era entre todos quien tenía menos probabilidades de perder una pierna o cualquier otra parte del cuerpo en un combate, aunque tenía cuarenta años y muchos de ellos apenas más de veinte. La mayor parte de sus conocimientos los aprendieron de él.
Si bien no había soñado ni una vez con las historias en los últimos quince años, recordaba algunas cosas: su último recuerdo de Bangkok, por ejemplo. Recordaba que se quedó dormido en una habitación de hotel después de no lograr convencer a funcionarios gubernamentales clave de que la variedad Raison estaba en el umbral.
Además recordaba fragmentos de las historias y se inspiraba en su perdurable aunque borroso conocimiento de guerras y tecnología, una habilidad que le daba considerable ventaja sobre los demás. Pero en gran parte sus recuerdos de las historias desaparecieron cuando los shataikis de alas negras arrasaron el bosque colorido. Thomas sospechaba que ahora únicamente el roush, que desapareció después del gran engaño, recordaba realmente algo de las historias.
—William, tú tienes el caballo más veloz —dijo Thomas pasando las riendas a la mano izquierda y estirando los dedos—. Regresa del cañón al bosque y trae los refuerzos del perímetro delantero.
Eso dejaría desprotegida la selva, pero no les quedaba más remedio.
—Perdóname por señalar lo obvio —objetó William—, pero traerlos aquí es una terrible equivocación.
—El terreno elevado en la brecha nos favorece —explicó Thomas—. Los atacaremos allí.
—Entonces los enfrentarás antes de que lleguen los refuerzos.
—Podemos contenerlos. No tenemos alternativa.
—Siempre tenemos alternativa —cuestionó William.
Así era siempre con él, siempre desafiando. Thomas había previsto esta discusión y, en este caso, estaba de acuerdo.
—Dile a Ciphus que prepare la tribu para la evacuación a uno de los poblados del norte. Él objetará, porque no está acostumbrado a la posibilidad de perder una batalla. Y con la Concurrencia a solo una semana, gritará que es sacrilegio, por tanto quiero que se lo digas estando Rachelle presente. Ella se asegurará de que él escuche.
—¿Yo, al poblado? —volvió a objetar William, enfrentándolo—. Envía a otro mensajero. ¡No me puedo perder esta batalla!
—Regresarás a tiempo para gran parte de la batalla. Dependo de ti, William. Ambas misiones son importantísimas. Tú tienes el caballo más veloz y eres el más indicado para viajar solo.
Aunque William no necesitaba elogios, eso lo calló delante de los demás.
Thomas se dirigió a Suzan, su exploradora más confiable, una joven de veinte años que podía detener por sí sola a diez hombres adiestrados. Tenía la piel oscura, como casi la mitad de los habitantes del bosque. Sus variadas tonalidades de piel también los distinguían de los miembros de las hordas, que eran blancos por la enfermedad.
—Lleva a dos de nuestros mejores exploradores y corre a los desfiladeros del sur. Te uniremos con la fuerza principal en dos horas. Quiero posiciones y ritmo cuando yo llegue. Deseo saber quién dirige ese ejército aunque tengas que bajar y arrancarle tú misma la capucha. En particular necesito saber si se trata del hechicero Martyn. Quiero saber cuándo se alimentaron por última vez y cuándo esperan volver a alimentarse. Todo, Suzan. Dependo de ti.
—Entendido, señor —asintió ella y fustigó el caballo—. ¡Arreeee!
El semental se desbocó colina abajo con William en veloz persecución.
Thomas miró fijamente las hordas.
—Bien mis amigos, siempre hemos sabido que esto iba a llegar. Ustedes se dispusieron para la pelea. Parece como si Elyon nos hubiera traído nuestra lucha.
Alguien se burló. Todos aquí morirían por las selvas. No todos morirían por Elyon.
—¿Cuántos hombres en este escenario? —preguntó Thomas a Mikil.
—Sin las escoltas que fueron a traer a las otras tribus para la Concurrencia, solo diez mil, pero cinco mil de ellos están en el perímetro de la selva —respondió Mikil—. Tenemos menos de cinco mil para entrar a la batalla en los desfiladeros del sur.
—¿Y cuántos para interceptar estas bandas más pequeñas que tratan de distraernos?
—Tres mil —anunció Mikil encogiendo los hombros—. Mil en cada paso.
—Enviaremos mil, trescientos para cada paso. El resto irá con nosotros a los desfiladeros.
Todos se quedaron en silencio por un momento. ¿Qué posible estrategia podría anular probabilidades tan increíbles? ¿Qué palabras de sabiduría podría brindar el mismo Elyon en un momento de tanta seriedad?
—Tenemos seis horas antes de que se ponga el sol —añadió Thomas, haciendo girar su caballo—. Corramos.
—No estoy seguro de que veamos la puesta del sol —comentó uno de ellos.
Ninguna voz discutió.
2
CARLOS MISSIRIAN miró a Thomas Hunter.
El hombre yacía de espaldas, durmiendo en un revoltijo de sábanas, sin nada más puesto que unos calzoncillos bóxer. El sudor empapaba las sábanas. Sudor y sangre. ¿Sangre? Mucha sangre embadurnada sobre las sábanas, parte seca y parte aún húmeda.
¿Había sangrado el hombre en su sueño? Estaba sangrando en su sueño.¿Muerto?
Carlos se acercó un poco más. No. El pecho de Hunter subía y bajaba con regularidad. Tenía cicatrices en el pecho y el abdomen que Carlos no lograba recordar, pero nada que sugiriera las balas que con toda seguridad él le había metido a este hombre en la última semana.
Llevó la pistola a la sien de Hunter y apretó el dedo sobre el gatillo.
3
UN DESTELLO desde el desfiladero. Dos destellos.
Thomas, agachado detrás de una roca grande, se llevó el tosco telescopio a los ojos y revisó a los encostrados encapuchados a lo largo del fondo del cañón. Había creado el catalejo de su recuerdo de las historias, usando una resina de pino y, aunque no funcionaba como deseaba, le daba una ligera ventaja sobre la simple vista. Mikil se arrodilló a su lado.
La señal había venido de lo alto de las hondonadas, donde Thomas había apostado doscientos arqueros, cada uno con quinientas flechas. Mucho tiempo atrás habían comprendido que sus posibilidades las determinaban casi tanto la provisión de armas como la cantidad de tropas.
La estrategia de ellos era sencilla y comprobada. Thomas llevaría mil guerreros en un asalto frontal que chocaría con la línea de vanguardia del enemigo. Cuando la batalla estuviera suficientemente saturada de encostrados muertos, él ordenaría un rápido repliegue mientras los arqueros lanzaran una lluvia de flechas sobre el atestado campo. Si todo salía bien, al menos podrían disminuir la marcha del enemigo obstruyendo el amplio cañón con los muertos.
Doscientos soldados de caballería esperaban con Thomas detrás de una larga fila de rocas. Con un poco de persuasión mantenían los caballos echados en el suelo.
Ya habían hecho eso una vez. Era asombroso que las hordas se estuvieran sometiendo a… —
¡Señor! —exclamó un mensajero deslizándose detrás de él, jadeando—. Tenemos un informe del Bosque Sur.
Mikil se puso a su lado.
—Continúe. En voz baja por favor.
—Las hordas están atacando.
Thomas se quitó el catalejo del ojo, luego volvió a mirar por él. Levantó la mano izquierda, listo para hacer señas a la responsable de sus hombres. ¿Qué significaba el informe del mensajero?
Que las hordas tenían ahora una nueva estrategia.
Que la situación acababa de pasar de terrible a imposible.
Que el fin estaba cerca.
—Infórmeme del resto. Rápidamente.
—Se dice que es obra de Martyn.
Thomas volvió a quitarse el cristal del ojo. Regresó a él. Entonces a este ejército no lo dirigía un nuevo general, como había sospechado. Desde hace un año le habían estado siguiendo la pista al llamado Martyn. Se trataba de un hombre joven; le hicieron confesar eso una vez a un prisionero. También era un buen estratega; eso lo supieron por los cambios en las batallas. Además sospechaban que él era hechicero y general. Los moradores del desierto no habían manifestado tener religión, pero en su emblema rendían homenaje a los shataikis en modos en que formalizaban de manera lenta pero segura su adoración al serpenteante murciélago. Teeleh. Unos decían que Martyn practicaba magia negra; otros aseguraban que lo guiaba el mismo Teeleh. Fuera como fuera, su ejército parecía estar obteniendo destrezas rápidamente.
Si los encostrados pidieran que Martyn les guiara su ejército contra el Bosque Sur, ¿podría este ejército ser una distracción estratégica? ¿O era la distracción estratégica el ataque sobre el Bosque Sur?
—A mi señal, Mikil.
—Lista —contestó ella; se montó en la silla de su caballo aún asentado en el suelo.
—¿Cuántos? —preguntó Thomas al mensajero.
—No lo sé. Tenemos menos de mil, pero se están replegando.
—¿Quién es el encargado?
—Jamous.
—¿Jamous? —exclamó Thomas dejando de mirar por el telescopio y dirigiéndose al hombre—. ¿Se está replegando Jamous?
—Según los informes, sí.
Si un luchador tan obstinado como Jamous se estaba replegando, entonces las fuerzas de ataque eran más fuertes que aquellas con las que habían peleado antes.
—¿Está allí también el guerrero llamado Justin?
—¿Señor? —exclamó la voz de Mikil.
Thomas giró, vio un movimiento ondulante a menos de cien metros adelante y respiró hondo. Levantó la mano y la mantuvo firme, esperando. Más cerca. A las fosas nasales le llegó la fetidez de piel descascarándose. Luego apareció su emblema, el serpenteante murciélago de bronce.
El ejército de las hordas apareció a la vista, por lo menos quinientos al frente, montados en caballos tan blancos como las arenas del desierto. Los guerreros llevaban capucha y capa, y agarraban largas guadañas que levantaban casi tan alto como su emblema.
Thomas respiró más lentamente. Su tarea exclusiva era hacer retroceder ese ejército. Distracción estratégica o no, si fallaba aquí, no importaba mucho lo que sucediera en el Bosque Sur.
Thomas podía oír la respiración firme a través de la nariz de Mikil. Rogaré a Elyon por tu seguridad hoy, Mikil. Le suplicaré la seguridad de todos nosotros. Si alguien debe morir, que sea ese traidor, Justin.
—¡Ahora! —exclamó, bajando la mano.
Sus guerreros se pusieron en movimiento. Desde la izquierda, una larga fila de soldados de infantería, en silencio y agachados, se arrastraban como arañas sobre la arena.
Doscientos caballos montados por jinetes se pusieron de pie. Thomas giró hacia el mensajero.
—¡Mensaje para William y Ciphus! Envíen mil guerreros al Bosque Sur. Si nos alcanzan aquí, nos reuniremos en la tercera selva hacia el norte. ¡Ve!
La fuerza principal de Thomas ya estaba diez metros adelante, volando hacia las hordas, él no permitiría que llegaran primero a la batalla. Nunca. Se dobló sobre la silla y espoleó el garañón para hacerlo galopar. El alazán saltó sobre las rocas y corrió hacia la larga línea de sorprendidos moradores del desierto, que se pararon en seco.
Por un prolongado momento el golpeteo de cascos fue el único sonido en el aire. La multitud de guerreros encostrados llegaba hasta el cañón y desaparecía detrás de los desfiladeros. Cien mil pares de ojos salían de las sombras de sus capuchas. Estos eran los que despreciaban a Elyon y odiaban el agua. El de ellos era un mundo nómada de sombras, pozos turbios y carne mugrienta y pestilente. Difícilmente calzaban para la vida, mucho menos para las selvas. Y sin embargo les gustaría dañar los lagos, devastar los bosques y plantar su trigo del desierto.
Estas eran las personas del bosque colorido que enloquecieron. Los muertos andantes. Mejor enterrados en la base de un despeñadero que dejarlos vagar como una plaga libre.
Estos también eran guerreros. Solo hombres, fuertes y no tan ignorantes como una vez lo habían sido. Pero eran más lentos que los guardianes del bosque. La condición de su piel enfermiza se extendía hasta sus articulaciones y hacía de la destreza algo muy difícil.
Thomas superó a sus guerreros. Ahora se hallaba al frente, donde pertenecía. Reposó la mano en la empuñadura de su espada.
Cuarenta metros.
Desenvainó la espada con el fuerte roce de metal contra metal.
Al instante surgió un rugido de las hordas, como si la espada desenfundada confirmara las intenciones sospechosas de Thomas. Mil caballos resoplaron y se pararon en dos patas en objeción a las pesadas manos que atemorizadas los hacían retroceder. Sin duda, los de la vanguardia sabían que, aunque al final la victoria estaba asegurada hoy, ellos estarían entre los primeros en morir.
Los guardianes del bosque avanzaban inexorables, con las mandíbulas apretadas, las espadas aún sobre sus piernas, firmes en sus manos.
Thomas giró a la derecha, se pasó la espada a la mano izquierda y la rastrilló a lo largo de los pechos de tres encostrados antes de bloquear la primera guadaña que se opuso a su súbito cambio de dirección.
Las líneas de caballos chocaron. Sus combatientes gritaban, arremetían, atacaban y decapitaban con practicada violencia. Un caballo blanco cayó directamente frente a Thomas, que miró por encima para ver que Mikil había perdido la espada en el costado del jinete.
—¡Mikil!
Ella bloqueó con el antebrazo el golpe de espada de un monstruoso encostrado y giró en su silla. Thomas rompió las cuerdas que ataban su segunda vaina y se la lanzó, con espada y todo. Ella la atrapo, sacó la hoja, la hizo girar una vez en el aire y la empujó hacia abajo contra un soldado que la atacaba a pie.
Thomas desvió una oscilante guadaña que intentaba cortarle la cabeza, hizo saltar su corcel sobre el moribundo caballo y giró para enfrentar al atacante.
La batalla encontró su ritmo. En cada lado hojas anchas y delgadas, pequeñas y grandes, giraban, atacaban, bloqueaban, se extendían, rechazaban y tajaban. Sangre y sudor empapaban a hombres y bestias. El terrible barullo de batalla llenaba el cañón. Aullidos, gritos, gruñidos y gemidos de muerte se levantaban al cielo.
Menos de tres años atrás, bajo la guía de Qurong, la caballería de las hordas nunca dejó de sufrir enormes pérdidas. Ahora, bajo el mando directo de su joven general, Martyn, no morían sin presentar batalla.
Un encostrado alto cuya capucha se le había deslizado de la cabeza gruñó y arremetió su montura directamente hacia Thomas. Los caballos chocaron y se levantaron en dos patas, pateando en el aire. Con un giro de muñeca Thomas soltó el látigo y lo hizo chasquear contra la cabeza del encostrado. El hombre gritó y levantó un brazo. Thomas clavó la espada en el costado expuesto del sujeto, sintiendo que esta se hundía profundamente; luego la jaló exactamente cuando un soldado a pie hacía oscilar por detrás un garrote contra él. Thomas se inclinó a la derecha y acuchilló hacia atrás con la espada. El guerrero se dobló, decapitado.
La batalla se prolongó por diez minutos incuestionablemente a favor de los guardianes del bosque. Pero con tantas hojas oscilando en el aire, algunas estaban obligadas a toparse con la carne expuesta de los hombres de Thomas o los flancos de sus caballos.
Los guardianes del bosque empezaron a caer.
Thomas lo sentía tanto como lo veía. Dos. Cuatro. Luego diez, veinte, cuarenta. Más.
Rompió su estilo y galopó bajo la línea. La obstrucción de hombres y caballos caídos era bastante. Para alarma suya vio que habían caído más de sus hombres de lo que pensó al principio. ¡Tenía que hacerlos regresar!
Agarró el cuerno de su cinturón y tocó la señal de retirada. Al instante sus hombres huyeron, a caballo, a pie, y lo pasaron corriendo como si los hubieran derrotado firmemente.
Thomas mantuvo firme su caballo por un momento. Los encostrados, difícilmente acostumbrados a tal repliegue en bloque, hicieron una pausa, según parecía confundidos por el súbito cambio de acontecimientos.
Como lo planearon.
Sin embargo, la cantidad de muertos entre sus hombres no estaba prevista. ¡Quizás doscientos!
Por primera vez ese día, Thomas sintió el dedo cortante del pánico atravesándole el pecho. Giró su caballo y corrió tras sus combatientes.
Dio un largo salto por encima de la línea de rocas, se bajó del caballo y cayó de rodillas a tiempo para ver la primera descarga silenciosa de flechas desde el arco del despeñadero hacia las hordas.
Ahora siguió una nueva clase de caos. Caballos relinchaban y encostrados gritaban, y los muertos se amontonaban donde caían. El ejército de las hordas estaba temporalmente atrapado por una represa formada por sus propios guerreros.
—Nuestras pérdidas son enormes —comentó Mikil al lado de él, respirando con dificultad—. Trescientos.
—¡Trescientos! —exclamó mirándola.
El rostro de Mikil estaba enrojecido por la sangre y los ojos le brillaban con una extraña mirada de rebeldía. Fatalismo.
—Necesitaremos más que cadáveres y rocas para hacerlos retroceder — opinó ella y escupió a un lado.
Thomas examinó las hondonadas. Los arqueros aún lanzaban flechas sobre el atrapado ejército. Tan pronto como el enemigo saltara sobre los cadáveres y dirigiera los caballos hacia arriba, veinte catapultas a lo largo de cada precipicio comenzarían a lanzar rocas a las hordas.
Entonces el asunto empezaría de nuevo. Otro ataque de frente por parte de Thomas, seguido de más flechas y de más rocas. Rápidamente hizo cálculos. A este ritmo podrían someter al enemigo en cinco series de asaltos.
—Aunque logremos contenerlos hasta el anochecer, mañana marcharán sobre nosotros —la voz de Mikil expresó los pensamientos de Thomas.
El cielo se limpió de flechas. Comenzaron a caer rocas. Thomas había estado trabajando en el contrapeso de las catapultas sin perfeccionarlas. Aún eran inútiles en terreno plano, pero tenían suficientes rocas grandes sobre un precipicio para hacer buen uso de la gravedad. Las rocas de más de medio metro eran terribles proyectiles.
Un sordo golpe precedió al temblor de tierra.
—No será suficiente —siguió diciendo Mikil—. Tendríamos que arrojar todo el desfiladero encima de ellos.
—¡Tenemos que bajar el ritmo! —exclamó Thomas—. La próxima vez solo a pie, y salir de la batalla con una rápida retirada. Pasa la voz. ¡Vamos a pelear defensivamente!
Dejaron de caer rocas y las hordas retiraron más cadáveres. Thomas dejó que sus combatientes atacaran otra vez veinte minutos después.
Esta vez jugaron con el enemigo, usando el método de combate Marduk que Rachelle y Thomas habían desarrollado y perfeccionado con los años. Se trataba de una mejora al combate aéreo que Tanis había practicado en el bosque colorido. Los guardianes del bosque lo conocían muy bien y se podían oponer a una docena de encostrados bajo las circunstancias adecuadas.
Pero aquí, en un espacio tan abarrotado de cadáveres y espadas se les limitaba la movilidad. Pelearon con valentía por treinta minutos y mataron como a mil.
Esta vez perdieron la mitad de su gente.
A este ritmo las hordas les cruzarían las líneas en una hora. Los moradores del desierto se detendrían durante la noche como acostumbraban, pero Mikil tenía razón. Aunque los guardianes pudieran contenerlas todo ese tiempo, los guerreros de Thomas estarían acabados en la mañana. Las hordas llegarían a su Bosque Intermedio en menos de un día. Rachelle. Los niños. Treinta mil civiles indefensos serían asesinados.
Thomas observó los desfiladeros. Elyon, dame fuerzas. El frío que había sentido antes se le extendió por los hombros.
—¡Traigan los refuerzos! —expresó súbitamente—. Gerard, estás al mando. Mantenlos en esa línea, por cualquier medio. Observa las señales en las hondonadas. Coordina los ataques.
Le lanzó el cuerno de carnero al teniente.
—La fortaleza de Elyon —animó,