La vida de Méndez fue tan notoria, tras ajusticiar a noventa y dos personas (según él mismo cuantificó en una entrevista que publicó La Publicidad en 1906), que Salvador García, catedrático de Lengua y Literatura, acaba de publicar una novela, Nicomedes Méndez, el verdugo de Barcelona, sobre el creador del garrote catalán, un hombre pulcro y afable que inspiró a Blasco Ibáñez y fue retratado en plena faena por Ramon Casas en 1894.
Al habla desde Murcia, García señala que “la Audiencia de Barcelona (actual Palau de la Generalitat) era para Nicomedes Méndez como su segunda casa: se refugiaba en ella como la tortuga en su concha”. La visitaba cada primero de mes para cobrar su sueldo de funcionario, deambulaba por el patio de naranjos, subía sus escaleras, asistía a los juicios donde se olía la pena de muerte yoyendo misa en la capilla de Sant Jordi. Acudía a la citada audiencia, asimismo, “para limpiar y engrasar los manubrios y collarines de cuatro instrumentos de garrote vil que guardaba en el tabuco del sótano”, según el mismo autor.