Más allá de los rumores que culpabilizan a Nerón del incendio que en junio del año 64 devoró el centro de Roma durante seis días, la vida cotidiana en la capital del Imperio fue muy diferente de la visión que han proyectado los péplums, las películas de romanos ambientadas en la Antigüedad clásica. Donde biógrafos y autores satíricos como Tácito, Dion Casio, Suetonio, Juvenal o Marcial relataron una Roma orgiástica y decrépita, otros historiadores actuales ponen la mirada en las realidades vividas diariamente por la mayoría de la población.
Gracias a las nuevas evidencias arqueológicas, epigráficas, numismáticas y nutricionales, en la actualidad empieza a conocerse cómo vivía la gente durante el mandato de Nerón. Asimismo, parece aceptado que, cuando empezó a propagarse el fuego en Roma, Nerón no estaba tocando la cítara en el tejado del palacio, sino que se hallaba en Antium (Anzio), a unos sesenta kilómetros de distancia.
La hipótesis más probable es que el incendio fuera fortuito. Sin embargo, los cristianos hicieron correr el rumor de que Nerón había traído el apocalipsis. Según el historiador británico Anthony Barrett (), contaron con la inestimable ayuda de las élites romanas, asediadas por el emperador con fuertes tributos para poder reconstruir la capital. Si se trata de clichés, la imagen de la sociedad romana ha estado condicionada por las habladurías y falacias transmitidas por los autores clásicos, algo que están corrigiendo algunos libros. El último de ellos, (Crítica), es obra del historiador romano Dimitri Tilloi-D’Ambrosi, quien informa de las características de las viviendas del año 62, los platos que saboreaba la gente humilde, su forma de entender de los lupanares o el riesgo de que el contenido de un orinal aterrizara en la cabeza de un sorprendido transeúnte durante el primer siglo de nuestra era.