Ainicios del siglo XX, más de la mitad de los 76 millones de habitantes de Estados Unidos vivía en pequeñas poblaciones a lo largo del país donde la ley dependía de sheriffs y marshals que a duras penas podían realizar su tarea. Mientras, a las grandes ciudades llegaban oleadas de inmigrantes, algunos con ideas revolucionarias. “Los más radicales imaginaban la muerte del viejo orden y el triunfo de una utopía política donde gobernarían los parias de la tierra”, señala el periodista Tim Weiner en Enemigos. Una historia del FBI. No parece algo exagerado, dado que el 14 de septiembre de 1901 el presidente William McKinley murió abatido por las balas de un anarquista.
Entonces, un detective de la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton propuso al nuevo presidente, Theodoro Roosevelt, crear una agencia gubernamental para combatir a los radicales del país. Convencido de que también serviría para controlar a los magnates del petróleo y la minería, que diezmaban los parques nacionales por los que tanto había peleado, Roosevelt encargó al fiscal general Charles J. Bonaparte que montara un cuerpo adscrito al Departamento de Justicia que sólo respondería ante el propio fiscal general. Así, en 1908 nació la Oficina de Investigación —Bureau of Investigation (BOI)—, precedente del FBI, la Federal Bureau of Investigation. Su primera plantilla, dirigida por Stanley Finch, la formaban ocho veteranos del servicio secreto