FUNDADA EN 1996, LA LIPA es una verdadera fábrica de músicos. Un 80% de los alumnos se colocan como ejecutantes en menos de tres años.
uedan 30 minutos para que empiece el concierto. Daniel Edwards, un trompetista galés de 21 años, clava en su entrecejo sus enormes gafas de montura de metal con el huesudo dedo índice de su mano derecha como si fuera un posit que ha perdido adherencia mientras se desliza a toda velocidad a lo largo de los doce interminables metros de verja del Liverpool Institute for Performing Arts (LIPA) que dan a Pilgrim Street. Agarra con la mano izquierda por el mástil una Fender Esquire como si esta fuera un niño prodigio al que su padre acompañara con prisas a una audición que sabe que se va a llevar de calle. El lomo de la guitarra asoma por la funda dejando entrever unas escamas de sirena coral. Es un chaval delgado y sinuoso, así que sus movimientos recuerdan a los de un basilisco, con zancadas precisas, interminables. Se cruza conmigo sin darse cuenta de que estoy ahí. Si hubiera habido papeles tirados por el suelo, estos habrían levantado el vuelo