Cuando los niños adquieren la capacidad de hablar y desarrollan lo que se conoce como teoría de la mente, comienzan a mentir. Este comportamiento suele aparecer entre los dos y los cuatro años de edad.
Numerosos estudios confirman que las mentiras en la infancia son una constante en todas las culturas. Al llegar la pubertad, este comportamiento no solo persiste sino que se intensifica. Según una investigación estadounidense (Jensen, L. A., Arnett, J. J., Feldman, S. S., & Cauffman, E., 2004), el 82 % de los adolescentes había mentido a sus padres en el último año sobre temas como amistades, consumo de alcohol o drogas, fiestas, dinero, citas o actividad sexual. Al abandonar el hogar familiar y avanzar hacia la vida adulta, la tendencia a mentir se traslada al ámbito de las relaciones de pareja. Así lo demuestra otro estudio en el que el 92 % de los estudiantes universitarios admitió haber mentido a sus parejas (Knox, D., Schacht, C., Holt, J., & Turner, J., 1993).
La creencia generalizada sostiene que los humanos mienten verbalmente una o dos veces al día de promedio. No obstante, este número es una estimación global. Alrededor del 60 % de las personas asegura no mentir en absoluto, lo cual podría ser en