La misa negra suele definirse como un ritual que reinterpreta la misa católica a través de la profanación de la simbología cristiana. Durante su celebración, se invierte la cruz en la que murió el Mesías, se mancilla la hostia, se adora a Satán y se maldice a Cristo. Para algunos representa una forma de tejer alianzas con entidades espirituales malignas; para otros, es un modo creativo de expresar su disenso con el statu quo. Pero, ¿sabemos exactamente cuándo se celebró la primera?
En la época romana y antes de que el cristianismo se adoptase como religión imperial, circulaban noticias sobre las presuntas transgresiones que los cristianos, entonces perseguidos, realizaban durante sus rituales. Entre los adeptos del paganismo romano se percibía la eucaristía como una celebración dominada por el canibalismo y las orgías sexuales. Resulta llamativo que, más de un milenio más tarde y después de que el cristianismo se consolidase como una de las religiones predominantes en Occidente, fuese la mismísima Iglesia la que acusase a otros grupos religiosos del mismo pecado.
Así, en la Edad Media circularon rumores de que judíos y heréticos se dedicaban a execrar la hostia. Se acusó a los cristianos gnósticos de realizar la eucaristía con fluidos corporales y a los maniqueos de ofrendar esperma, mientras que se decía de los luciferinos que parodiaban el padrenuestro y celebraban bautismos en nombre de Satán. Todas estas acusaciones de ritos obscenos tienen un punto en común: parten del ritual de la eucaristía y de la celebración regular de la misa para construir su particular versión de lo blasfemo.
En estas denuncias de aquelarres y cultos demoníacos encontramos las semillas de las posteriores celebraciones satánicas, pero la misa negra como tal surge en pleno siglo XVII. Hasta entonces, el imaginario de jueces e inquisidores había estado dominado por la idea de que las reuniones nocturnas en las que las brujas adoraban