No nos cansaremos de decirlo: nos encanta ir al gimnasio, pero somos conscientes de que los desplazamientos consumen mucho tiempo y de que las obligaciones diarias cada vez son más exigentes. El resultado es que podemos pasar días, e incluso semanas, sin hacer nuestras tablas de ejercicios. Por eso, para evitar que nuestra forma física decaiga, plantearse entrenar en casa o en algún parque cercano (si el clima lo permite) puede ser una buena opción para esos días en los que la agenda está repleta, el reloj no da más de sí o trasladarse al gym parece una misión imposible digna de Ethan Hunt.
Al contrario de lo que podría pensarse, el entrenamiento fuera del gimnasio no tiene por qué implicar hacer un esfuerzo más ligero, renunciando al trabajo de alta intensidad. Con nada más que un banco, unos cajones de