´ Cuando mi padre estaba ya a punto de morir por un tumor cerebral, me metí una noche en su cama. Empezamos a hablar entre susurros, como niños pequeños. “Quiero darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros y lo bien que te has portado”, le dije. Y respondió: “Había veces que tu madre no se compraba bragas para que pudiéramos daros cosas bonitas”. Todo ese esfuerzo económico que hacían, por ejemplo para llevarme a un colegio del Opus Dei en Badalona, ahora me produce mucha emoción.
era la gran preocupación de mi madre. “Que te pones muy feo. Para tener 52 años, no son tantas pilladas, que podría haber habido una cada semana.