El problema empezó cuando dejamos de comer cosas con carne y pasamos a comer carne con cosas». La sentencia de Luis Ferreirim, responsable de la campaña de agricultura de Greenpeace España, explica a la perfección el panorama actual. El abandono de la dieta mediterránea, «un patrón sostenible y muy saludable», para caer en las redes de un sistema donde impera la industrialización, el consumir mucho, el consumir rápido y al menor coste posible, está provocando graves daños no solo a la salud de los seres humanos, sino al equilibrio ecológico del planeta.
A menudo pensamos que el mayor impacto ambiental generado en nuestra sociedad está detrás de las grandes industrias, la revolución tecnológica o del crecimiento desorbitado del parque automovilístico, pero diferentes estudios publicados en los últimos años ponen el foco en los patrones de consumo alimentario.
Desde la Universidad de Oxford se advierte de que la producción de alimentos es responsable de más de una cuarta parte de las emisiones de gas de efecto invernadero, con las temibles consecuencias del calentamiento global y el cambio climático. Pero no todos los alimentos dañan de la misma forma al medio ambiente. Según un trabajo publicado en esta universidad la carne y los subproductos animales son los mayores responsables de la emisión de estos gases durante todo su ciclo productivo, que va desde la crianza hasta la creación de derivados o el transporte de los mismos.
En el informe especial del IPCC (Grupo Intergubernamental