Año/Cero

DOCTOR EXTRAÑO

El Doctor Extraño se ha convertido en uno de los personajes más relevantes del Universo Cinematográfico Marvel. El estreno del primer largometraje protagonizado por este hechicero ficcional en 2016 llamó la atención del público sobre un héroe que ni por asomo se acercaba a la popularidad de iconos del cómic como Spiderman o Lobezno. Con todo, para cuando Extraño asomó en la gran pantalla y comenzamos a ver su imagen serigrafiada en camisetas, llevaba ya más de cinco décadas haciendo las delicias de una audiencia reducida pero selecta. Los miembros de la banda de rock psicodélico Pink Floyd, los escritores Tom Wolfe (Ponche de ácido lisérgico) y Ken Kesey (Al guien voló sobre el nido del cuco) o el profesor que introdujo el LSD en la academia, Richard Alpert, se cuentan entre los primeros seguidores del personaje.

Y es que en los ambientes contraculturales de los años sesenta se comprendió muy pronto que en aquellos tebeos narrados por Stan Lee y Steve Ditko se podía leer algo más que las aventuras de un superhéroe con una capa roja que le permitía levitar. En los setenta, cuando guionistas interesados en la espiritualidad o el ocultismo, como Chris Claremont o Steve Englehart, se hicieron cargo de la serie, el subtexto esotérico de estos cómics se volvió todavía más evidente.

ARTES MÍSTICAS

De pronto, resultaba que en aquellas viñetas de colores despreciadas por las instituciones académicas y señaladas como entretenimiento para niños por la «alta cultura», entre abracada brazo y abracadabrazo, emergían los mismos interrogantes con los que desde la antropología, el psicoanálisis o la cábala venían dialogando intelectuales como Mircea Eliade, Carl Gustav Jung o Gershon Scholem.

El debut del Doctor Extraño se publicó en julio de 1963. Las puertas de su –el nombre que recibe la guarida de este héroe– se abrían por primera vez ante los ojos de los lectores y, al cruzar el umbral, se les presentaba un mundo prodigioso y aterrador. Un hombre torturado por sus pesadillas acudía al 177A de la calle Bleecker para implorar la ayuda del «maestro de las artes oscuras». Una presencia siniestra, una sombra, estaba tomando el control de sus sueños y lo estaba empujando al abismo de la locura. ¿Qué podrían haber hecho Spiderman, el Capitán América o la Antorcha Humana para ayudarlo? Se requería otro tipo de talentos. Los de un hombre que, ante la mirada asombrada de los lectores, adoptase la postura del loto y abandonase su cuerpo en forma astral para adentrarse en el mundo onírico y enfrentarse a la maligna presencia que atormentaba a aquel ciudadano.

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