LA VIDA A SU MANERA
Los conquistadores españoles se las prometían muy felices en el desierto de Nuevo México. Entrado el siglo xvii, habían sometido a las tribus indígenas, una detrás de otra, estableciendo las habituales misiones, sin reproducir la muerte y destrucción que se había desencadenado más al sur, en la guerra contra los aztecas. De hecho, la principal obsesión de los descubridores españoles en esas latitudes ya no era someter a los indios. Su sueño, su verdadera quimera, era encontrar las siete ciudades de oro que el descubridor Pedro de Tovar había empezado a buscar al amparo de una vieja leyenda medieval. Según contaban, casi mil años antes de la conquista, siete obispos cristianos se habían escapado de la península ibérica, huyendo de la dominación árabe, y, allende los mares, habían creado siete grandes “El Dorado” de una riqueza superlativa.
Ni las ricas diócesis ni los manantiales de metal precioso aparecieron nunca. Lo que
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