LOS ESPÍRITUS DE LOS ÍBEROS
Cuentan las viejas leyendas que Iberia, una tierra mágica situada en el remoto Occidente, era el lugar donde reinaba Hades. En esta península que se asemejaba a una piel de buey –eso decían Estrabón y Polibio– habitaban todo tipo de seres mágicos: grifos, hiperbóreos, trasgos, manes, cuélebres y meigas. Así lo pensaban, al menos, los pueblos indígenas que se asentaron en Hispania antes de la conquista romana, cuya religiosidad se caracterizó por su carácter primitivo y por la simbiosis de creencias y rituales autóctonos con otros de clara influencia oriental. Entre las prácticas inspiradas en el culto a la naturaleza, y que ponen en evidencia lo ancestral de sus creencias, destacamos la veneración hacia unas piedras de forma cónica y origen meteórico, los betilos, que tenían un profundo valor simbólico y espiritual, ya que su emplazamiento evocaba la presencia de la divinidad y permitía la comunicación entre el mundo de los humanos y el de los muertos.
Del mismo modo, los arqueólogos han logrado identificar unos extraños rituales vinculados con el culto a las aguas. Es el caso del Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén) y Nuestra Señora de la Luz (Murcia).
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