En Hitman 3, el pelado asesino visita una bodega en Mendoza, la provincia del “sol y del buen vino”. Pasan cosas. Por suerte la sangre tiene el mismo colorcito de un buen Malbec. Lo jugamos en PC y te contamos todo.
Desde el momento en que el estudio danés IO Interactive confirmó que la tercera y última entrega de la trilogía, el Hitman 3, tendría un nivel ambientado en una bodega en Mendoza, sentimos una mezcla de emociones.
Por un lado, el entusiasmo y el orgullo de ver una de las regiones más lindas de nuestro país retratada en un juego de primera línea… pero por el otro, el miedo a que, una vez más, los desarrolladores del primer mundo hagan todo mal.
Ya hemos visto mil juegos con recreaciones surrealistas (Santa Cruz en Call of Duty: Ghosts), llenas de clichés (los Carmen Sandiego) o que directamente ni se parecen a las ciudades que conocemos (la Biblioteca Nacional de Prisoner of Ice). Ni hablemos de otros papelones como la Villa Gesell de X-Men First Class o Madonna haciendo de Eva Perón.
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Así que nos aferramos a los buenos recuerdos de niveles sueltos como aquel Caminito de FIFA Street y nos resignamos a que el nivel de Mendoza de Hitman fuera una catástrofe.
Pero la gran sorpresa es que la visita de Hitman a Mendoza es la recreación más afectuosa de nuestro país que hayamos visto en un videojuego.
La bodega Yates es imaginaria, pero se siente real. Y aunque no queda claro si el equipo del estudio IO Interactive llegó a viajar a nuestro país antes de la pandemia, lograron capturar los colores de Mendoza. El ocre del atardecer, el verde grisáceo de las espigas y los cardos, y claro, el rojo casi negro de los vinos de la región.
Hay una enorme cantidad de detalles típicos de Argentina, escondidos en cada recoveco del nivel. Hay tango, claro, en un par de secuencias memorables. Hay mate. Hay tres varietales distintos de vinos. Y (quizás lo más sorprendente) hay una sátira muy aguda a la forma en la que se distribuye el poder en América Latina.
Los acentos de los pocos personajes que hablan en castellano son terribles, sí. Españoles, colombianos, y mexicanos pero ninguno argentino. Los subtítulos suelen ser más precisos, y uno de los toques magistrales es que los personajes que están descritos como argentinos en la historia hablan de “vos” en los textos, mientras que los demás usan un español más genérico de doblaje.
Pero cada misión de Hitman cuenta una historia. La de un asesino a sueldo y sus objetivos (llamar a estos monstruos modernos “víctimas” sería demasiado generoso). Y es ahí en donde Hitman 3 aprovecha al máximo su ambientación.
La Bodega
Cualquiera que haya comprado una botella de agua mineral en las últimas décadas reconocerá la inspiración de los Viñedos Yates, al menos en la distancia: el famoso hotel Villavicencio, ubicado cerca de las aguas termales del mismo nombre, en la zona de Las Heras de la provincia de Mendoza.
Pero esa primera imagen es solo el comienzo. Lo que vemos en la distancia es solamente la finca en la que viven los Yates, dueños del viñedo. La bodega en sí es una construcción moderna muy similar a los destinos turísticos más populares de la “ruta del vino”.
En particular recuerda al uso del concreto en la Bodega Zuccardi en el Valle de Uco, el vidrio y metal de Alfa Crux y la elegancia de Salentein. El Agente 47 llega justo a tiempo para las primeras horas de una fiesta de alta sociedad parecida a las que suelen tomar lugar en esos templos del vino.
IO sabe perfectamente cómo hacer sentir al jugador que está colándose en las guaridas de los hombres y mujeres más ricos del mundo. Las escaleras de metal rústico, las esculturas abstractas, y los miradores estratégicamente ubicados para absorber toda la belleza natural gritan ostentación.
La bodega es gigante, y está modelada a la perfección. Hay gente en las terrazas, en el atrio, en los patios. Pero también hay lugares cerrados que esconden secretos sobre los dueños del viñedo.
Un microcine cerrado por reparaciones. Una sala de cata exclusiva para VIPs. Una misteriosa capilla en la que el Agente 47 puede persignarse. Y más allá de las zonas públicas, el lujo se extiende a la bodega en sí.
La sala de fermentación es imponente, con toneles de acero inoxidable que llegan hasta el techo, y una simulación bastante fiel de toda la maquinaria necesaria para producir esas botellitas de magia.
Hay un trabajo profundo de investigación sobre las distintas labores dentro de una bodega. El sommelier tiene su propia oficina, cuya temperatura está regulada desde la sala de seguridad (y sí, se puede alterar con resultados funestos). La sala de producción tiene trabajadores que se dedican a roles distintos, y hay un “maestro bodeguero” que cumple la función de organizar el trabajo y a la vez actúa de enólogo.
Estos roles no son solo decorativos. Cada uno de estos eslabones de la cadena de producción se puede manipular para crear el caos y obligar a nuestros objetivos a involucrarse.
El enólogo tiene que hacer un tour de la bodega, pero el Agente 47 puede hacerse pasar por él y aprovechar una oportunidad para usar la prensa de uvas con resultados catastróficos.
El más veterano de los trabajadores de la bodega recuerda una y otra vez a sus compañeros que deben verificar que el tapón de los tanques para evitar que desborden. Con sólo robar un uniforme, un destornillador y una llave inglesa, 47 crea el baño de “sangre” más espectacular de su carrera.
El sommelier tiene un tesoro: una botella de Gran Paladín 1945, el vino más caro del mundo. El dueño de la bodega lo quiere para brindar con sus invitados de esta noche y el sommelier se niega a que un camarero cualquiera manipule la botella…
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¿Pero quién recuerda la cara del sommelier? ¿qué pasa si un asesino a sueldo lo intercepta camino al comedor y manipula la botella con alguna sustancia letal?
El Viñedo y la Finca
La bodega es gigante. En un juego normal sería más que suficiente para un solo mapa. Pero Hitman siempre va más allá, y Mendoza tiene niveles dentro de niveles.
El viñedo ocupa casi tanto espacio como la finca, y aunque no hay mucho para hacer, se agradece la complejidad de la recreación. Es como una maqueta de uno real, con secciones distintas para cada una de las uvas (el violeta oscuro del Malbec está perfectamente capturado). El jugador hasta puede trabajar como cosechador por un momento… ¿será la primera y última vez que veamos el verbo “vendimiar” en un videojuego?
Más allá del viñedo hay un cerro siempre vigilado que ofrece acceso a los túneles que conectan la mansión de los Yates con la bodega. En la distancia hay enormes silos en los que el dueño de casa, siempre previsor, ha ubicado a dos de sus hombres con un potente rifle francotirador.
La arquitectura colonial de la finca Yates, tan cálida como la bodega es fría, recuerda muchísimo a los arcos y patios del Gran Hotel Potrerillos, en Luján de Cuyo.
Parece un hogar modesto para estos dos millonarios, pero como cualquier nivel de Hitman, revela secretos sorprendentes, como un ático que resulta un excelente punto estratégico para un asesino de buena puntería.
Los Detalles
Mendoza se siente como Mendoza. La bodega es completamente creíble… ¿pero qué pasa con los pequeños detalles que hacen que un nivel ambientado en Argentina se sienta realmente local? Acá es donde “La Despedida” se vuelve un mimo para los jugadores de nuestro país.
IO Interactive juega con las bebidas como diferenciadores sociales, un contrapunto que mil autores argentinos han usado antes. En la fiesta se toma el vino sobrevaluado de los Yates, pero en los pasillos, los vestuarios y las salas de descanso de los trabajadores, siempre hay un mate humeante (que los personajes toman como si fuera un jugo en cartón, pero bueno, no se le puede pedir todo a diseñadores daneses).
El vino podría haber sido simplemente “vino”, pero las bodegas Yates producen tres varietales distintos. El Malbec y el Cabernet Sauvignon son las estrellas, el Pinot Noir no les sale tan bien.
Hay mate, hay vino, y claro, hay asado. En la terraza de la bodega está todo listo para preparar unos lechones que IO ha modelado con todo el amor del mundo. El problema es que nadie sabe dónde quedó la antorcha con la que simbólicamente se tiene que encender el fuego…
Cada uno de estos clásicos argentinos se puede volver una herramienta mortal. El mate se puede envenenar, con matarratas (que causa un malestar estomacal inmediato y puede hacer que un guardia abandone su puesto) o con un líquido letal que podemos destilar en la misma bodega.
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Las copas de vino en Mendoza también se pueden manipular, pero si preferimos, las botellas son excelentes objetos contundentes para sacarnos de encima a un perseguidor. El asado es más complejo, pero si el agente 47 encuentra la bendita antorcha, puede causar un incendio – que parezca un accidente claro.
¡Ah, y también hay tango!
Una orquesta que toca en los patios inferiores y que aunque se sabe solamente dos canciones, las toca lo suficientemente bien como para que las parejitas se animen a bailar… ese tango medio Calle Florida que tanto le gusta a los europeos, por supuesto.
Los Personajes
El Agente 47 tiene tres objetivos en Mendoza. El primero es un secreto, y es lo que hace personal a esta misión. Pero los otros dos son bestias salvajes del capitalismo tardío, la presa favorita de IO Interactive (ah – para el que no lo sepa hasta ahora, la serie Hitman es famosa por su agudo comentario político).
“Don” Archibald Yates es el dueño de la bodega. Hijo de un abogado neoyorquino y de Helena Castro, millonaria heredera de una famosa familia de viticultores argentinos. Don siguió el camino de su padre, convirtiéndose en el abogado favorito de los tiburones de Wall Street. Usando una mezcla de sobornos, manipulación y amenazas, llevó su bufete a la cima, pero pronto se cansó de que su vida estuviera en peligro.
Ahí es cuando conoció a Valentina Morales, una diplomática argentina que se convirtió en su segunda mujer y lo ayudó a jubilarse como un magnate del vino, bautizando a su bodega como Viñedos Yates. Un escándalo político obligó a Valentina a renunciar y hoy Yates es el candidato más fuerte para ocupar el trono de la organización Providence (tipo Illuminati, muy largo de explicar para el que no jugó los juegos).
El segundo objetivo, Tamara Vidal, juega con detalles muy sensibles para el jugador argentino, pero lo hace con respeto e inteligencia. Vidal nació a principios de los ‘80 en una familia de descendientes de alemanes, intelectuales de clase media alta que habían visto crecer sus fortunas en la década anterior colaborando con la dictadura militar.
Tamara creció creyendo en una meritocracia extrema. “Ella creía en la regla de la competencia”, dice su biografía dentro del juego, “los que nacen con aptitudes e intelecto superiores deben liderar, y los demás seguirlos. Cuestionar esa jerarquía lógica y natural solo lleva al caos y la decadencia.”
No es raro que Tamara haya dedicado su vida a los servicios de inteligencia. Entrenada en la escuela Sherman Kent (una institución real operada por la CIA) se sumó a operaciones encubiertas hasta que una filtración tipo Wikileaks reveló que había instalado centros de interrogatorio ilegales en el Medio Oriente. Pero Tamara volvió a Argentina, donde fundó un partido político de ultraderecha con el tristemente creíble nombre de “Federación del Futuro”, un movimiento elitista (“algunos dirían criptofascista” dice su biografía) que abandonó cuando fue invitada a sumarse a Providence.
Cada uno de los factores de esta historia (Yates y su historia familiar, Vidal y su ideología, el escándalo de Valentina y las promesas de Providence) se mezclan en un verdadero drama político y social en el que el catalizador del caos será, claro, nuestro amigo 47.
Los Secretos
Esto no es todo lo que tiene el nivel de Mendoza para ofrecer. Ni siquiera es la mitad. Pasamos ocho horas jugando este mapa para encontrar todas las referencias posibles, y no terminamos ni el 50% de las actividades disponibles.
Hay TANTO más para explorar. Hay una lanchita con la bandera argentina que sería el vehículo de escape perfecto. Hay una caja fuerte que esconde secretos del pasado ¿pero cuál es la contraseña? Hay un contador que quiere ver sí o sí al señor Yates, y parece traer malas noticias. Hay hasta un cañón colonial que se puede cargar y disparar.
“La Despedida” no solamente es un regalito para los gamers argentinos, sino uno de los mejores niveles de una trilogía que revolucionó el juego de sigilo. Cualquiera que haya disfrutado Metal Gear Solid, Dishonored, Assassin’s Creed o clásicos del pasado como Tenchu y Splinter Cell será feliz con esta mezcla perfecta de suspenso, acción y aventura.
¿Pero qué pasa si solamente quiero jugar Mendoza y no 20 niveles de tres juegos distintos? ¿Se puede jugar Hitman 3 sin haber jugado los anteriores?
Sí. La historia de los dos primeros Hitman toma lugar entre misión y misión, mientras que cada nivel cuenta una historia autoconclusiva. Por supuesto, hay detalles que un nuevo jugador no va a apreciar, pero el 95% de lo que pasa en Hitman 3 se queda en Hitman 3.
Estas no son ni la mitad de las sorpresas que esconde el nivel de Mendoza de Hitman 3. Algunas son spoilers, y otras son demasiado deliciosas como para no dejar que el jugador las experimente por su cuenta ¿será que el Agente 47 se toma un matecito entre crimen y crimen? ¿terminará el nivel con la remera del Diego puesta? ¿será que baila un tango que humilla a Al Pacino? Al menos una de estas opciones es cierta.